A diferencia de las aplicaciones de escritorio o móviles, que se ejecutan localmente en un ordenador o dispositivo móvil, las aplicaciones web se ejecutan en un servidor web y se puede acceder a ellas desde un navegador. Las aplicaciones específicas para cada dispositivo presentan ciertas limitaciones. En primer lugar, hay que instalarlas. Para las aplicaciones de escritorio orientadas al cliente, esto puede reducir significativamente las tasas de descarga y participación. Esto también significa que las actualizaciones deben instalarse ad hoc.
En segundo lugar, las aplicaciones nativas tienen que ser compatibles con todos los sistemas operativos que puedan tener demanda (como Windows, iOS y Android) para ser comercialmente viables. Esto plantea importantes retos presupuestarios. Desarrollar múltiples aplicaciones con diferentes lenguajes de programación y una pila tecnológica desde cero, y luego supervisarlas y depurarlas continuamente, requiere mucho tiempo y recursos.
Debido a estos problemas, cada vez más empresas optan por desarrollar aplicaciones web. La creación de aplicaciones web personalizadas permite desplegar y actualizar rápidamente nuevos productos, acortando los plazos y reduciendo los costes.